El nuevo curso tras el verano se presenta con unas perspectivas que invitan definitivamente al optimismo. Los balances que nos dejaron los diferentes subsectores de la construcción en los meses de julio y agosto son, sin excepción, positivos y en algunos casos hasta muy ilusionantes. Por ejemplo, los fabricantes de productos de construcción exportaron materiales por valor de 8.137 millones de euros en el primer cuatrimestre del año, un 12,5% más que en 2016. Estas cifras, aportadas por Cepco, representan el 8,6% de la exportación total de la economía española. La demanda de cemento encadena ya 14 meses en positivo y recupera el porcentaje de crecimiento de dos dígitos, olvidado hace unos cuantos años. Por si esto fuera poco, Hispalyt es optimista en su balance anual y considera que el sector “se encamina hacia la senda de recuperación”. Así, 2017 ha sido el tercer ejercicio consecutivo en el que los datos se han incrementado, subiendo la producción un 10%. Se podrían seguir añadiendo datos que confirman el crecimiento, como los de la inversión inmobiliaria o la facturación de las empresas de servicios energéticos. Buenas noticias, por supuesto, que deberían hacer pensar hacia dónde quiere dirigirse un sector de la economía que aún se lame sus heridas: si hacia la obtención de rendimientos inmediatos e individuales, senda de la que, por desgracia, ya conocemos las consecuencias; o hacia la estabilización. Como bien dice el refrán, “del tiempo y la experiencia, es hija la prudencia”.