La Asociación Española de Fabricantes de Ventanas de Madera y Mixtas de Madera-Aluminio aboga por que esta industria prime una mayor densidad y sección de los perfiles para mejorar el comportamiento al fuego de una ventana de este tipo. Señalan que la carbonización del material genera un aislante; una verdadera protección para el núcleo de la madera. Además, los ignifugantes reducen la inflamabilidad, la emisión de calor y retrasan la combustión.
Al respecto, Luis García, responsable técnico del departamento de Construcción del laboratorio Ensatec, insiste en que el Código Técnico de la Edificación indica que el conjunto del elemento ventana, y no únicamente el vidrio, ha de garantizar el valor necesario para que una determinada zona de una fachada sea certificada como resistente al fuego.
“Es más fácil la ignición y la propagación de la llama en materiales de pequeña sección y con aristas vivas, empeorando el comportamiento al fuego del conjunto del cerramiento”, apunta el especialista.
Combustión más lenta
Por el contrario, los materiales de alta densidad y de mayor espesor mejoran la reacción al fuego, arden con menos facilidad y la combustión es más lenta. Por su baja conductividad térmica, la madera presenta un buen comportamiento ante un incendio en fase de pleno desarrollo. La combustión, alimentada por el oxígeno, tiene lugar únicamente en la superficie de la pieza.
García añade que la existencia de fendas (grietas, hendiduras longitudinales debidas a cambios bruscos de temperatura), en sentido de las fibras de la madera, incrementa los efectos negativos del fuego. La madera laminada, que apenas tiene fendas, presenta una velocidad de carbonización menor que la madera maciza.
Por último, la carbonización aporta protección aislante a las capas interiores en la que se produce la pirólisis (descomposición química de materia orgánica, causada por el calentamiento en ausencia de oxígeno), quedando el interior del material sin afectar. La capa carbonizada es unas seis veces superior como aislante que la propia madera. Esta característica hace que la pérdida de la capacidad portante del elemento se deba principalmente a la reducción de su espesor, y no al deterioro del material.