Este sistema también se instaló en una pérgola, que hace de aparcamiento, y donde otras doce placas permiten, entre otras cosas, cargar vehículos eléctricos. De este modo, la energía generada in situ es superior a la consumida por el propio edificio. “A pesar de que la inversión inicial para la fotovoltaica ha sido muy importante, cabe compararla con el coste altísimo para la conexión a la red eléctrica de esta casa de campo (unos 60.000€). Desde esta perspectiva se entiende mejor el planteamiento realizado, que ha llevado al sello Passivhaus Premium”, afirma Energihaus.
Para conseguir este certificado, no solo se tenía que comprobar que el balance del edificio es positivo, sino también que la instalación fotovoltaica con su campo de baterías sea suficiente para garantizar el confort de los usuarios en la semana más fría y más cálida del año.
El edificio se ha construido con un entramado de madera reciclada y prensada, aislamientos de fibra de madera y suelo de bambú provenientes de bosques controlados de proximidad. De esta manera, y tal y como explicó Energihaus, se minimizan las emisiones de gases nocivos, y se puede reducir el caudal de ventilación al mínimo necesario por cuestiones de higiene (0,3 renovaciones hora), menos que la mitad del caudal que impone el Código Técnico de la Edificación.