El ambiente puede llegar a condicionar incluso la elección del revestimiento monocapa como solución para la protección de la fachada, aseguran desde Anfapa. Así pues, cuando las condiciones climáticas generales sean de humedad permanente o de ciclos repetitivos de hielo y deshielo, un revestimiento absorbente como el monocapa no parece la mejor elección; especialmente si la orientación de la fachada no asegura un mínimo de horas de insolación, que permitan el secado del revestimiento e impidan la formación de hielo en su red capilar.
Por otra parte, en una zona con frecuentes lluvias, los zócalos acabados con revestimiento monocapa resultan muy castigados por la acción de la lluvia, debido a la acción combinada del agua de escorrentía de la fachada y de las salpicaduras originadas en el plano de la acera. En estos casos, es mejor resolver el zócalo con otro tipo de materiales.
En un entorno urbano fuertemente contaminado por el tráfico rodado, es fácil que la suciedad se acumule al poco tiempo en el revestimiento monocapa, siendo difícil su extracción. En entornos industriales puede producirse un ataque por lluvia ácida sobre el revestimiento monocapa, que es alcalino, provocando su degradación.
Las características de uso previstas pueden condicionar la elección del tipo de acabado. Es frecuente que los bajos de una fachada sometida a un desgaste mecánico intensivo, como por ej. los de una escuela, se acaben con árido proyectado, a fin de dotar al revestimiento de una mayor resistencia superficial.
Cuando se prevea que la fachada va a ser objeto de pintadas, es mejor no elegir como acabado un revestimiento absorbente como el monocapa, sino otro que facilite la eliminación con los sistemas anti-pintadas habituales.
Por otro lado, es fundamental que el soporte sobre el que se va a aplicar el revestimiento monocapa sea compatible, desde un punto de vista elasto-mecánico, con el mismo. Este aspecto debe cuidarse especialmente en las intervenciones de rehabilitación, donde no es infrecuente encontrar soportes mecánicamente débiles. En estos casos, acudiremos al empleo de morteros monocapa con un módulo elástico particularmente bajo.
Además de las características elastomecánicas, el soporte ha de poseer unas condiciones de rugosidad, porosidad, planeidad y absorción de agua que lo hagan apto para emplear el mortero monocapa con éxito. Los soportes lisos, como los de hormigones moldeados con encofrados metálicos o fenólicos, o los no porosos, no facilitan el agarre físico del mortero. Para asegurarlo, se deberá tratar mecánicamente el soporte hasta dotarlo de rugosidad o bien emplear productos promotores de adherencia para que actúen como puentes de unión.
No son aptos los soportes de yeso, pintura, plástico, aislantes térmicos e impermeabilizaciones. El hormigón celular es un soporte difícil, por su excesiva porosidad, y requiere un revestimiento monocapa especial.
En general, el soporte debe ser lo más homogéneo posible para garantizar una regularidad en la adhesión, la absorción y las deformaciones. Por esta razón, no se recomienda parchear soportes parcialmente deteriorados. Cuando el soporte sea heterogéneo, es conveniente aplicar una capa de regularización, previa a la capa de acabado.
Tampoco debe confiarse al revestimiento monocapa la corrección de desplomes y diferencias de plano. El revestimiento monocapa debe tener un espesor uniforme, que esté comprendido entre 10 y 20 mm, para poder garantizar la homogeneidad de curado.
Con respecto al color, los fabricantes de mortero monocapa ofrecen una gama muy amplia de colores. No deben mezclarse productos de distinto color. Si se requiere un color específico, normalmente se puede formular. Siempre que sea posible, es mejor elegir tonos claros, puesto que los tonos oscuros son más sensibles a la decoloración por insolación, la fisuración por absorción de calor y la aparición de manchas blanquecinas debidas a la carbonatación.
El acabado del mortero monocapa ofrece, según el producto elegido, una amplia gama de posibilidades de texturas de acabado, tales como el abujardado, la piedra proyectada, el bruñido, el fratasado, el gotelé o rústico, el lavado, el raspado o labrado, el planchado/chafado/ aplastado y el texturado. Este último premite reproducir formas y texturas propias de otros materiales o de libre diseño. Los más comunes son el raspado y el de piedra proyectada.
En cuanto al despiece, la necesidad de disponer de juntas constructivas, en previsión de posibles fisuras de retracción en fase de fraguado, y de trabajo, para facilitar la puesta en obra y permitir la realización del ciclo extensión-acabado en una misma jornada. La juntas constructivas se realizan empleando junquillos que, además de facilitar el regleado del mortero, constituyen elementos de diseño en la composición de la fachada, tanto si se dejan colocados como si se retiran creando una línea de sombra.
Como conclusión, se puede afirmar que para asegurar el buen resultado de un revestimiento de fachada efectuado con mortero monocapa, es imprescindible considerar, ya desde la fase de proyecto básico, todos los condicionantes antedichos.